Por Julissa Contrera
Había una vez una mujer
mayor llamada Josefina, tenía 54 años, y le habían detectado una enfermedad que
se curaría si ella aprendía a ser feliz. Josefina era una señora que había caído
en depresión al fallecer su marido, no quería salir de su casa, se sentía muy
triste y sola, y sus hijos se habían ido de viaje.
Una mañana cuando Josefina
estaba tomando mates como habitualmente lo hacía sintió que golpearon la puerta.
Le pareció extraño porque hacía tiempo que nadie iba a su casa. Fue hasta la
puerta y cuando abrió la puerta se llevó una gran sorpresa. Era su amiga de la
infancia que hacía tiempo no veía, habían pasado 32 años, 32 años en el que
pasaron tantas cosas. Se dieron un fuerte abrazo y la invitó a tomar mates.
-Josefina ¡tanto
tiempo! Me he enterado de lo que te ha sucedido, lo lamento- dijo la amiga con lágrimas
en los ojos.
-Está bien, hace un
mes me detectaron una rara enfermedad que el doctor me dijo que se curaría con
felicidad, hace mucho no me sentía tan bien- expresó Josefina riéndose a
carcajadas.
-Josefina vine a tu
casa para invitarte a viajar conmigo. Sé que toda tu vida has soñado con irte de
viaje y vengo hacer tu sueño realidad- le dijo su amiga.
Josefina decidió ir
de viaje con su amiga y renunciar a lo que, después de tanto tiempo, le hacía
mal. Después de ocho meses de viaje decidió mandarles una carta a sus hijos que
decía:
“Queridos hijos quería
contarle que ya han pasado ocho meses desde que decidí viajar, ocho meses de
que renuncié a lo que me hacía mal, ocho meses en el que ya no estoy triste. Estoy
feliz. Quería contarles que me hice los análisis y ya no tengo nada, mi
enfermedad se curó. Bueno me voy, un beso, los amo”.
Josefina desde ese día
de viaje empezó a ser feliz.
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