domingo, 27 de noviembre de 2016

Pizza

Por Luciano Catrari

Llegue sin saber cómo comenzar. Intriga y curiosidad era el único que sentía. Tenía que comenzar de cero todo lo que había construido en años: mis amistades, mis juntas… Por suerte mi primer encuentro fue amigable; frio y sin sentimiento pero amigable.
Con el paso de los días me sentí mejor. Todo era diferente a lo acostumbrado, pero supe llevar la situación. Hubo diferentes acontecimientos por ser el chico nuevo de la escuela.
Las mañanas comenzaron a pasar y me gane la confianza, y porque, no la amistad de pocos. Con ellos me bastaba. Nos comenzamos a conocer y creamos lazos de amistad bastante fuertes.
Hasta que hubo un tiempo en el que todo cambio. Ya las miradas no eran las mismas, los pensamientos diferentes y el orgullo fueron más fuertes. Ya nada era lo mismo, era mucha indiferencia, de repente había conflictos y desacuerdos.
Fue una época muy dura. Mi miedo más grande era que mi grupo, con el cual compartí miles de cosas, se disolviera de apoco hasta quedar en la nada. Hasta que una tarde decidimos reunirnos. Algo teníamos que hacer, comenzaron con la discusión, y nos costaba ceder.
Tomo un tiempo que todo se arreglara pero de a poco cada uno fue ablandando, dejando de ser tan hostiles, y llegamos a un acuerdo. Todo comenzó a fluir sin dificultades.

Nuestra amistad se recuperó. Nuestros días retomaron esas rutinas de risas y alegrías. Ahora todo se basa en juntarse y comer pizza, esa es nuestra excusa para no extrañarse.

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