domingo, 27 de noviembre de 2016

La luna

Por Brisa Rivadero

Había anochecido ya y la noche dejaba presenciar la luna como nunca, con su brillo natural. Me encontraba solo, varado en un triste, solitario y oscuro bosque, en el que no había estado nunca. No tenía compañía, excepto aquella luna que alumbraba un camino desconocido.
Decidí seguir ese camino, aunque tenías mis dudas. Pensaba cómo salir de aquel bosque, que ya se estaba poniendo tenebroso. Camine… y camine… pero ese camino no llegaba a nada, mas que ha ese mismo bosque, ese mismo lugar.
Comencé a asustarme, a tener miedo. Y lo peor es que mi única compañía también me había dejado. Entre tanto  caminar, la luna desapareció. Esa hermosa luz que me brindaba para volver a mi vida, me había abandonado.
Ahora podría decir que estaba solo. Y ese era mi miedo absoluto. El quedarme solo. El tiempo pasaba y la luna seguía sin aparecer, y yo seguía intentando salir de ese bosque que me tenía atrapado.
Sin la luz de la luna, todo se puso negro, ya no veía nada, mis ojos no alcanzaban a ver… Todo lo que quería me había dejado, y me habían abandonado. Solo y triste. Y entonces… cuando desde el cielo montones de luces me alumbraban… allí estaba ella, radiante, como cuando me dejó. Volvió para a mí, me devolvió esa luz, volvió mi compañía.
Es entonces, que comprendí, que siempre que se quiera se puede tener una compañía, y que solo hay que buscarla pero siempre hay alguien que está para a vos.
También comprendí a la luna, que se sentía como yo, y más aún cuando todo se nublaba y no podía brindar su luz.
Estuve días varado en ese bosque…  pero algo raro pasaba, nunca se hacía de día, siempre la luz de la luna. Y algo pasaba en mí, me sentía como si estuviera dormido. No podía abrir mis ojos, no entendía qué pasaba…
En ese instante y con mucha fuerza logré abrir mis ojos. Comencé a mirar a mí alrededor, no sabía qué pasaba. Alrededor mío había mucha gente… y empecé a preguntar qué pasaba pero nadie me contestaba.

Esas personas que estaban allí conmigo eran mi familia. Luego de un rato de espera, me contaron lo que me había pasado. Estaba en coma, y era esa la soledad que yo tenía… el saber que nadie estaba allí, salvo esa luz, que era la voz de mi madre y que fue ella la que estuvo siempre para a mí. Y me recordó que nadie esta solo, que no existe la soledad. Es ahí cuando mi miedo, se convirtió en mi alegría.

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