Esta historia comienza con un
cachorrito abandonado, solo, triste y perdido. Era primavera cuando la familia
González decidió tomarse unas vacaciones en el lago. Era tanta la alegría que
tenían que se olvidaron de su perrito, Boonie.
La primer noche pasó solo, a
pesar de estar triste y decepcionado, no estuvo tan mal. La segunda,
lamentablemente, no le fue tan bien. Esa noche había una fuerte tormenta y
Boonie le tenía mucho miedo a los ruidos de truenos. No sabía qué hacer: esconderse
debajo de la cama o irse al baño.
La siguiente noche, entró por la
ventana un conejo muy asustado también, y muy hambriento. Boonie no se quería
acercar a él; ninguno de los dos quería hacerlo. Pasó un rato y el conejo, por
buscar una salida se cayó por la rejilla del baño… casi se ahoga. En el momento
en que Boonie escuchó el chillido fue a ver qué pasaba y cuando lo vio no dudo
en acercarse y ayudarlo a salir.
Después de eso, empezaron a tener
más confianza entre ellos y comenzaron a ayudarse el uno al otro. Encontraron
comida y se acurrucaron en un rincón, calentitos y haciéndose compañía. Así, el
ruido de los truenos ya no era tan tenebroso.
Cuando la familia volvió los
encontró, y les pareció muy raro y dulce a la vez, tanto que decidieron adoptar
a ese conejo como su mascota.
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