domingo, 27 de noviembre de 2016

El cuervo

Por Federico Leal

Una mañana, como cualquier otra, me despierto feliz porque hoy teníamos nuestro viaje con los chicos y pensaba en todas las idioteces que haríamos. En mi pleno delirio me doy cuenta que un tenebroso cuervo me observaba por la ventana. Jamás olvidaré su aspecto, con sus plumas todas desalineadas, su pico raspado y un ojo azul. Rápidamente el ave se dio a la fuga. No le preste atención y continúe levantándome y preparándome para partir.
A eso de las diez los chicos estaban todos reunidos fuera de mi casa con sus bolsos y las ganas de viajar. Por suerte el padre de Marcos nos llevaba hasta la terminal junto con Eze y Mariano.
Todo fue muy rápido y sin darme cuenta ya estábamos llegando a nuestro destino elegido, un lindo pueblito llamado Bailet Masse. Ahí íbamos a acampar cerca del río, del lado silvestre alejados lo más posible de la civilización para estar tranquilos. No costó mucho encontrar ese lugar, el pueblo era chico y el lugar inmenso. Llegamos, armamos nuestra tiendas, buscamos leña dejando así todo preparando para la noche.  Nos fuimos al río. Anduvimos todo el día hasta que nuestros brazos se caían de cansados y finalmente comimos a la vera del río.
Volvimos a nuestro campamento prendimos un fuego y nos fuimos a dormir. Al otro día nos tendíamos que levantar temprano porque nos íbamos a escalar las montaña.
Eran apenas las seis y el sol ya quemaba. Nos levantamos, nos cambiamos y en eso se escucha el ruido de un cuervo. Me llamó la atención, no demasiado, pero hizo que recordará aquella ave de la mañana anterior. Eze me apuraba para que salgamos de una vez.
Comenzamos a caminar. Marcos miraba todo muy sorprendido y decía a cada rato -¡que bello, que bello!- A mí y a Mariano ya nos había cansado. Mariano no aguantó y le dijo -¡ya entendimos que todo te parece bello! ¿Puedes callarte ya?- Marcos con mala cara se calló, y de repente se escucha otra vez el sonido de aquel pájaro pero esta vez fue ensordecedor. Marcos quien caminaba por la orilla se dio vuelta perdió el equilibrio y cayó. Grité muy fuerte
-¡Marcooos!- Pero de nada sirvió. Él continuó cayendo. Empezamos a bajar para tratar de socorrerlo. Mariano y Eze me preguntaban gritando porqué lo empujé, porque lo había hecho. Me golpearon y no recuerdo nada más. Sólo que desperté en un hospital psiquiátrico. Todos aquí hablan idioteces o simplemente no hablan de lo drogado que los tienen. El psicólogo quiere saber qué pasó. Dice que maté a Marcos, yo sé que no es así, pero nadie me cree. A diario recibo insultos de la familia de marco.
Todavía sigo escuchando el sonido del cuervo por las noches. No me deja dormir. Empiezo a creer que estoy destinado a morir aquí.

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