Por Leonardo Britos
Todo comenzó el día en
que se hacia la fiesta del barrio; había muchos invitados, mucha alegría por
ese momento. Al comenzar los preparativos en la casa de mi amigo, se decidió
que se cobraría veinte pesos de entrada. En la casa estábamos solo nosotros y
el tío Francisco. Al empezar la noche empezaba a llegar mucha gente ala fiesta.
En este caso la plata recaudada se iba usar para los gastos de sonido y para
una fundación que en cuatro días necesitaba ese dinero para viajar y entregar
comida y productos necesarios a los pobres de pequeños pueblos.
Al dar por finalizada la
fiesta los miembros de la comisión deciden reunirse para realizar el balance de
lo recaudado, y se dan cuenta que faltaba Francisco, al igual
que el dinero, por lo que decidieron esperar unos días a Francisco. Habiendo transcurrido
unos días son enterados de que el nombrado había entregado el dinero en la fundación;
Posteriormente francisco confesó que la acción que había cometido lo había echo
para su uso personal, siendo su conciencia la que lo obligó a devolver esa plata
que iba utilizarse para la compra de distintos elementos como muebles, ropa y
alimentos para los necesitados.
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