Había salido con mi
grupo de amigos a festejar la noche del 31 de octubre. Eran medianoche y cada
uno de mis amigos estaba vestido con disfraces llamativos. Intentando
transculturar la tradición de Estados Unidos, cada uno de ellos iba a casas de
nuestros vecinos gritándoles la frase “Dulce o Truco”.
Los vecinos, con simpatía,
nos daban caramelos de todo tipo. La gente del barrio nos conoce ya que
nosotros formamos parte del equipo barrial de fútbol. Esa noche nos desearon
suerte en el campeonato y hasta hubo una señora que nos regaló una antigua
pelota de trapo, que según ella, nos iba a traer suerte. Mis amigos, con educación,
le agradecieron por el regalo y nos fuimos, al llegar a la esquina nos descosimos
de la risa.
La noche era
calurosa. Por momentos, uno que otro mosquito nos molestaba pero eso no impidió
que continuemos con nuestra fiesta. Uno de mis amigos, que lo apodábamos Cabe,
fue vestido de “Kaneki Kun”, un personaje de un animé japonés. Al llegar a una
plaza se detuvo y empezamos a mirarnos entre nosotros.
-¿Qué pasa?- le pregunté.
-Somos 12- dijo,
mirando al grupo reunido en la vereda -Cuando salimos éramos 11, pero ahora
somos 12-.
-Es cierto- respondió
Lucho, otro chico de nuestro equipo quien estaba vestido de momia.
-Alguien se coló
entre nosotros-.
-¿Y qué importa?-
dijo Seba, el capitán, que estaba disfrazado con la máscara del hombre araña.
-La estamos pasando
bien igual, ¿acaso somos una secta?-
-No- dijo Cabe
-pero me gustaría saber quién es, así que le voy a pedir al pibe que se agregó
que diga su nombre-.
Nadie respondió.
Los 12 chicos se miraban entre todos pero nadie decía nada. Un perrito
callejero que pasaba por el parque, se detuvo esperando comida pero soltó un
aullido como si alguien le hubiera pegado una patada.
-Bueno- dijo ya
impaciente Cabe -Sáquense las máscaras y los disfraces, quiero verles la cara-.
En ese momento
todos obedecieron excepto el último de la fila quien estaba vestido de brujo.
-¿Quién sos?-
pregunto cabe tratando de parecer algo autoritario -Sacate el sombrero ya-.
Pero el chico no contesto.
En vez de eso se fue hacia adelante, hacia una casa ubicada a mitad de cuadra.
-¿Qué tiene que ver
eso? Esa es mi casa, dale, no te hagas el gil y contéstame, ¿quién sos?- dijo
Cabe.
El misterioso chico
comenzó a caminar en dirección a la casa de mi amigo. A mitad de camino se
detuvo y nos hizo señas para que lo siguiéramos. Todos nosotros, asustados y
algo curiosos, lo seguimos. Enseguida notamos que este brujo caminaba de una
forma muy rara, todos nos miramos como dudosos y no le llevamos el apunte y
seguimos caminando. Cuando llegamos a la casa de Cabe nos asombramos todos
porque era una casa hermosamente decorada, pero ahora estaba demasiado
descuidada.
-¿Qué pasa acá?-
Dijo mi amigo ya asustado.
Guiados por el
chico misterioso, entramos a la casa. El interior estaba completamente lleno de
moho y telarañas. El chico se detuvo frente a un viejo modular, abrió un cajón
y extrajo un recorte de diario.
-Quiere que lo leas-
dijo Lucho -Léelo Cabe que tenemos miedo y nos queremos ir.
Aun incapaces de
creer todo lo que pasaba escuchamos como nuestro amigo leía el pedazo de
diario. El artículo trataba de un accidente trágico ocurrido durante los
festejos de Halloween el año pasado. Un joven vestido de brujo había atravesado
la ruta en el momento que un colectivo pasaba por el lugar. El colectivo
transportaba a 11 chicos que regresaban de jugar al futbol en la localidad de
Pilar.
El vehículo
atropelló al chico y en una mala maniobra del asustado conductor, se salió del
carril y termino accidentándose. Ninguno de los pasajeros sobrevivió.
En ese momento
cuando Cabe termino de leer esto, los 12 chicos se miraron con tristeza, y
luego lentamente desparecieron en medio del cálido viento de la noche.
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