domingo, 27 de noviembre de 2016

Bailar era mi sueño

Por Guadalupe Reartes

Había una niña de tan solo 14 años que vivía en córdoba, en un pequeño barrio. Tenía un sueño que era bailar, ser una gran bailarina reconocida por la gente. Ella decía que nunca lo lograría por su padre, ya que él decía que bailar era cosa de mujeres de la calle. Lo que él no sabía qué clase de baile le gustaba y hacia ella, pero su forma de pensar no le dejaba ver cómo eran realmente las cosas. Ella hablaba con su madre para convencer a su padre  de que la viera una vez por lo menos bailar, pero su madre como siempre le hacía caso a él y decía que su padre tenía razón.
Ella por la mañana iba a la escuela y como a veces tenía la tarde libre, a la salida de la escuela iba a una academia que estaba cerca y veía bailar a chicas de su edad e imitaba sus pasos. Obvio que no siempre le salían pero los practicaba hasta que le salieran. Solía llegar a casa tarde y su papa la castigaba pero a ella no le importaba mucho eso, salía de la escuela e iba a bailar.
Pasaron así dos años, en los cuales la conocieron en la academia y sabían también cómo eran sus padres. Con 16 años podían darle una beca para que baile pero lo único que le pedían para cumplir su sueño de ser una bailarina clásica  era la firma de  sus padres en esos papeles. Tenía tres meses para hacer que sus padres firmaran. Trataba de hablar con su madre para convencer a su padre, pero ella se negaba a ayudarla. Su papa empezó a buscarla al colegio por sospechas que tenia sobre lo que hacía por las tardes, debido a eso se le hacia difícil ya bailar en la academia. Estuvo días pensando cómo decirle a su padre sobre la beca que le daban en la academia, hasta que se canso de oír a su padre hablar mal sobre el baile de mujeres.
Por primera vez le gritaba a su padre, le dijo que se callara y escuchara, le contó sobre la beca, le dijo en qué academia era para que él pudiera averiguar. No quiso creerle, ni mucho menos averiguar y la echo de su casa. Ella no sabía que hacer, se fue de la casa y durmió en una plaza. Al otro día  una compañera de la escuela la vio, y le contó todo lo que había pasado con su familia. Su compañera tuvo una idea: grabar un video bailando para mostrarle a su papá que clase de baile era. Fue a su casa esa noche; como no quiso hablar por miedo a que su papá la echara, decidió dejar el video, golpear e irse. Su papa miró el video hasta el final, cuando aparecía ella diciéndole a su padre: “Eso es lo que hacía, esa clase de danza bailaba, es lo que me gusta hacer, no era nada vulgar como decías vos. Gracias por arrebatarme la oportunidad de ser una bailarina conocida como yo soñaba. Cuida a mama y dile que la amo mucho…”

El video se cortó. Él, llorando, le decía a su esposa: -¿Qué hice?-. Intentó buscarla durante tres meses, hicieron la denuncia a la policía y nada. Después de una semana, llega la policía a su casa notificándoles a sus papas que la habían encontrado sin vida en la orilla de un puente. Llorando, él y su mujer se recriminaban por lo que le había pasado a su hija. Tiempo después de lo sucedido sus padres habían empezado a juntar plata para comprar un pequeño galponcito que había cerca, para darles apoyo a niñas para luchar por lo que quieren, y brindarles también un espacio para dormir y comer. El padre con orgullo miraba el cartel que le habían puesto a ese lugar, que decía. ¡No por miedo a errar vas a dejar de jugar! 

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