Por Melani Cisneros
Jorge era un
pajarito que soñaba con volar, pero había dos cosas que se lo impedían: su
miedo y su inseguridad. Él soñaba con ser como los demás pájaros, con emprender
viajes y volar alto. Él pensó que nunca lograría su sueño por sus miedos e
inseguridades.
Un día Jorge estaba
con sus padres e intentó volar desde la rama más alta del árbol de su casa.
Tomó distancia, abrió sus alas y se tiró.
-Mueve tus alas hijo,
tú puedes- le dijo su madre.
Jorge como las
otras veces que había intentado no pudo volar y cayó en un charco de agua.
Al amanecer su
padre entró al cuarto de Jorge y se sentó en su
cama
-Jorge es imposible
que no sepas volar, eres un fracaso- le dijo su padre.
Jorge entre
lágrimas le dijo -Yo sé que podré volar-.
-No creo que lo
logres- Exclamó su padre cerrando la puerta.
Al día siguiente Jorge
decidió ir caminando a la casa de su abuelo a quien le pediría ayuda
-Hola abuelo,
necesito preguntarte algo- dijo Jorge.
-Sí, ¿Qué pasa Jorge?-
le pregunto su abuelo.
-Quería preguntarte
cuál es el secreto para aprender a volar-.
-Mi secreto para
aprender a volar es creer en mí mismo, no hay miedo ni inseguridad que valga.
El truco esta en intentarlo varias veces, ignorando lo que dice la gente y lo fundamental
no temerle al fracaso- le consejo su abuelo.
Jorge muy contento
y motivado decidió intentarlo nuevamente desde la rama del árbol de la casa de
su abuelo. Tomó distancia, se abalanzó hacia el piso y abrió sus alas sin miedo
ni inseguridad.
-¡Tú puedes Jorge,
tú puedes!-Le gritó su abuelo.
Jorge empezó a
volar. El ya no tenía miedo, estaba seguro de sí mismo y aprendió que creyendo
en él mismo llegaría tan lejos que nada ni nadie lo detendrían.
Al finalizar el día
se acostó en su cama y entró su padre a darle las buenas noches como siempre lo
hacía.
-Hijo quiero que
sepas que me siento orgulloso de ti, perdóname por no creer que podrías- dijo el
padre secándose las lágrimas.
-¿Sabes qué papá?
te perdono y ahora lo que me causaba miedo e inseguridad me da gracia- le
dijo Jorge riéndose a carcajadas.
Se dieron un abrazo
fuerte y Jorge se fue a dormir muy contento como nunca lo había estado. Fue su
mejor día, fue el día en que aprendió a creer en él mismo.
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