Por Cynthia Bustamante
Tiempo atrás existió un joven llamado Pedro,
quién tenía una vida normal, iba a la escuela y le gustaban los deportes. Un
día Pedro salió a correr. La tarde estaba fría, gris y solitaria. Un gato negro
se cruzó en su camino, el sonrió y miro al gato pensando en la mala suerte que
supuestamente significaba que un gato negro se te cruzara.
Cuando Pedro estaba terminando su recorrido,
comenzó a sentirse mareado, pero igual logro llegar a casa, su madre y su padre
le preguntaban preocupados como se sentía. Él les respondió que estaba bien y
que no se preocupen, pero por dentro él sabía que había algo extraño.
Pasaron unos días y su salud comenzaba a
fallar. Un lunes se desmayó cuando estaba en casa y su madre decidió llevarlo
con un médico. Pedro despertó en el auto de su madre rumbo al hospital.
Dijo que se sentía cansado y que le dolía un
poco el cuerpo. El doctor le pidió que se haga unas pruebas de rutina, Pedro
estaba un poco asustado pero sabía que era necesario, mientras esperaba en la
sala miraba por un ventanal por el cual se veía un árbol, arriba del árbol
estaba el gato negro observándolo. Pedro lo miraba con interés ya que era el
mismo felino de la otra vez.
El doctor llamo a la familia para dar los
resultados. Les dijo que Pedro tenía cancér y probablemente solo tres meses de
vida. Fue la peor noticia para todos.
Pedro no sabía cómo sentirse, ni cómo actuar.
Luego de una semana él no lograba dormir, tenía
miedo a morir, un terrible miedo a no volver a ver a los que amaba. Por
momentos sentía furia y tristeza, pero también pensaba en que tenía que
disfrutar su vida y pasar tiempo con las personas que quiere. Eso era lo que él
pensaba pero en realidad no controlaba sus emociones.
Pedro decidió que nadie supiese de su
enfermedad, para vivir lo que quedaba de vida normalmente.
Un día pensando en el primer día que se sintió
mal recordó al gato negro que se le cruzo en su camino, el mismo que vio por la
ventana del hospital. Pedro miraba televisión en su cuarto cuando en ese
momento mira por su ventana que daba vista al patio de su casa y vio al gato
negro. Entonces corrió hacía el patio y llamó al gato atrayéndolo con alimento,
el creía que era el felino e que le había causado mala suerte. Luego de unos
minutos tratando de que el minino se le acercara, lo logró.
Pedro se encariño con el animal y decidió
adoptarlo. Cambio su idea de que los gatos negros causan mala suerte ya que
este le daba muchos momentos felices. Últimamente se le pasaba divirtiéndose
con su nuevo amigo felino, casi que se olvidaba de que estaba enfermo.
Un día el doctor llamó a la madre de Pedro diciéndole
que lo disculpe que los resultados eran fallidos, que todo fue culpa de una
máquina defectuosa y que Pedro estaba sano, solo había tenido un poco de
estrés. Cuando los padres le dicen la noticia, el joven se puso muy contento
tanto que se comenzó a reír de todo este mal entendido.
Pedro entendió que tenía que valorar más la
vida y también pensó que al adoptar ese gato negro que se convirtió en su compañero,
su suerte había cambiado bruscamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario